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miércoles, febrero 24, 2016

Capri: morada de amores, isla encantada.

"Capri, reina de roca, 
en tu vestido de colora amaranto y azucena
vivi desarrollando la dicha y el dolor, 
la viña llena de radiantes racimos
que conquisté en la tierra. " 
Pablo Neruda


Nuestro segundo día en Marina del Cantone realizamos la segunda excursión por mar , esta vez en una embarcación mucho mas pequeña en la que seríamos unas diez personas. Volvimos a partir en una día de pleno sol de verano y nos dirigimos a la Isla de Capri.
En el camino pudimos acercarnos a los famosos farallones imponentes y pasear entre ellos. La sola mención de la palabra Capri está asociada a lo romántico, al glamour, y al ensueño. Y no es una mera ilusión. Capri es todo eso y mucho mas. En el camino bajo un luminoso sol que nos abrazaba a primera hora de la mañana la felicidad era tan grande como la ansiedad por conocer la afamada isla.
Un rato después el capitán anunció que podíamos avistar la Marina Grande, un puerto imponente con embarcaciones, yates y cruceros de muchos lugares del mundo. Esa fue nuestra primera aproximación a la isla que veríamos en su totalidad desde el mar dando su completa vuelta con un guía que nos iba detallando cada puerto y cada lugar a la vista.
Nuestra parada fue la Marina Piccola, donde desembarcamos y adonde volveríamos a encontrarnos para el retorno al final del día.
Allí mismo tomamos un bus que nos llevó hasta la parte superior de la Isla donde se encuentra el centro por caminos de cornisa que dejaban sin aliento con vista espectaculares del mar. Capri estaba totalmente florecida y sus casas blancas mediterráneas con flores multicolores era de una belleza sin igual. 
El centro de Capri está lleno de tiendas de grandes marcas, joyerías y mucho lujo. Sus taxis son increíbles, los hay descapotables tapizados con un glam digno de la historia de la isla. 
esta ciudad moderna es antiquísima ya que sus primeros habitantes fueron asentamientos de la época romana y las excavaciones mas modernas han demostrado que esa presencia humana en la isla puede ser remontada al neolítico y la Edad de Bronce. Numerosos personajes han recalado en Capri tanto a finales del siglo XIX y dentro del XX. Vladimir Lenin, Marguerite Yourcenar, Pablo Neruda, Claude Debussy hace referencia a las colinas de la isla en el título de su obra Preludio Impresionista Les Collines d Anacapri , entre otros tantos sin contar que en los años 50 se convirtió en un destino popular para el jet set internacional. 
La Piazzetta , asi se llama el gran salón al aire libre en torno a bonitos cafés que permiten una vista panorámica de la Marina Grande y del azul cobalto del mar. A través de escaleras y callecitas se llega a una explanada de la capilla Santa María del Socorro y las vistas del Golfo de Napoles quitan el aliento. Desde el Beldevere de Tragara se puede ver un vista encantadora de la Marina Piccola y los farallones. Otro detalle imperdible son los pequeños escaparates o vidrieras de los locales. Son pequeñas ventanas muy originales y propias de este lugar. 
En la Piazzeta vimos una pareja de novios lo cual dió una vez mas
la cuota de romanticismo esperada. Grupos de jovenes "damas de honor" acompañaban a la novia y enmarcaban un toque especial a un lugar que ya era increíble. Volvimos a subir al bus esta vez para llegar a la colina de Anacapri. Las vistas panorámicas nuevamente nos dejaron sin aliento.  Un lugar que conserva el aspecto de pueblo pequeño, que si uno se aleja de las primeras cuadras de tiendas de souvenir en la Plaza Vittoria y recorre su interior de callecitas blancas, casas repletas de verdes y flores.
Anacapri fue el lugar que mas nos gustó de la isla. Sus callecitas estrechas eran deliciosas. Entramos a la Iglesia de Santa Sofía que fue construida en 1510 con una hermosa fachada y una decoración interior bellisima. Los bancos de azulejos de la plaza que la rodea provienen del taller de un alfarero que dan un toque español sin igual. La pila bautismal con forma de concha marina es preciosa. Ya sin el glamour y lujo. Anacapri es de un encanto sin igual.  

En el año 1952 Pablo Neruda paso seis meses en la isla de Capri. Fueron de los meses mas felices de su vida pese a que venía de una racha de infortunios. El poeta arrastraba una orden de expulsión de Italia revocada en el último momento por la intercesión de un grupo de intelectuales que lo rescataron de brazos de la policía en la estación de tren de Roma. El historiador Erwin Cerio le mandó un telegrama invitándolo a hospedarse en la villa de Capri. Cerio estaba seguro que la isla era el "locus amoenus" que Neruda necesitaba para volver a escribir. Neruda llegó a la isla acompañado de Matilde Urrutia que no era su esposa. El poeta volvió a escribir y termino Los versos del Capitan bajo el anonimato no por razones políticas sino para no herir la sensibilidad de su esposa Delia del Carril de la que se estaba separando después de 18 años de matrimonio. Allí escribió muchos versos para Matilde como La pasajera de Capri. La luna llena los caso, dado que la tierra no podía y Pablo entregó a Matilde un anillo con la inscripción: "Capri, 3 de mayo, 1952, Su Capitan".
Luego de cansarnos de caminar por Anacapri como lo hicieran Matilde y su capitán ,  y con la sensación de no querer irse nunca de allí tomamos nuevamente el bus para llegar a la Marina Piccola, hacer playa y nadar en el mar azul entre altas rocas y grutas de piedra. El regreso hacia última hora de la tarde en la misma embarcación nos permitió disfrutar el doble del paisaje. Hicimos la parada en la Gruta Azul a la que no entramos porque era igual que la Gruta Esmeralda de camino a Amalfi . Como nuestra embarcación era realmente pequeña entramos a otras grutas sin necesidad de traspaso . Al pasar por dos enormes farallones en forma de arco, nos avisaron que justo en el medio debíamos darnos un beso.....eso aseguraba el amor eterno y el regreso a Capri. Vamos bien por el primero y guardamos en el corazón el deseo de volver. Pero mas profundamente agradecemos el haber pasado ese día allí porque son lugares de este mundo tocados por la varita de la belleza y del encanto. Ojalá quien lea esta crónica tenga en esta vida la posibilidad de visitar la isla de Capri alguna vez! Y si la visitó serguramente sabrá de que les hablo.




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