"Acompaño a mi sombra por la avenida
mis pasos se pierden entre tanta gente
busco una Puerta, una salida
donde convivan pasado y presente.
De pronto me paro, alguien me observa
levanto la vista y me encuentro con ella.
Ah! y ahí está, y ahí está
Ahí está, ahí está
viendo pasar el tiempo la Puerta de Alcalá. " Canción La Puerta de Alcalá
Como acostumbramos en nuestros viajes arrancamos temprano y salimos a caminar por la Gran Vía en dirección a Cibeles. Habíamos dejado este día para dedicarlo a los museos del Prado y Reina Sofía.
Allí donde la Gran Vía converge con la Calle de Alcalá se encuentra el Edificio Metrópolis con toda su belleza arquitectónica. Aquel día se estaba restaurando la fachada por lo cual no pudimos ver ni tomar la foto tan ansiada.
La fuente no sólo era un monumento artístico sino que tuvo desde el principio una utilidad para los madrileños. Tenía dos caños que se mantuvieron rústicos hasta 1862. De uno se surtían los aguadores oficiales que solían ser asturianos y gallegos y llevaban el agua hasta las casas y del otro el público de Madrid. En el pilón bebían las caballerías.
Continuamos nuestro camino por la misma calle hasta llegar a la Puerta de Alcalá, aquella que tantas veces habíamos coreando cantando el tema que hicieran famoso Ana Belén y Victor Manuel en los años ochenta.. ..."y ahí está, ahí está, la Puerta de Alcalá.
Ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo la Puerta de Alcalá."
Esta puerta es uno de los cinco accesos reales que daban ingreso a la ciudad. Aunque no es la original está emplazada en el mismo lugar.
Wally cruzó la avenida y se recostó en un banco con el monumento de fondo y luego caminamos unos pasos para entrar al Parque del Retiro.
Recuerdo que comimos una paleta de helado de limón para mitigar el calor y tomamos fotos en el gran lago mientas un niño con la camiseta del Barcelona le daba de comer a los peces que brotaban del agua para conquista su alimento. Se acercaron los patos, los cisnes y las tortugas de agua. Nos tomamos unas fotos con el imponente Monumento a Alfonso XII de fondo . Nos hubiera gustado caminar hasta el Palacio de Cristal pero el calor arreciaba y los museos nos esperaban con tanto para ver.
Volvimos hacia el Paseo del Prado y de camino paramos en el Hotel Ritz y tomamos una foto. Nuestros lectores saben que nos gusta hacerlo en cada ciudad en una cuestión personal que comenzó en el icónico de Londres.
Luego vimos el Monumento a Goya y finalmente entramos al Múseo del Prado. Mi objetivo era encontrarme con la obra de Velazquez, pintor que admiré desde adolescente con fervor.
El gran maestro de la pintura hispana, Velázquez, el «rey» del museo en palabras del crítico francés del XIX Athanase-Louis Torterat, del que se expone una colección sin parangón en el mundo, integrada por la mayoría de sus obras maestras, entre las que se encuentran las famosas Meninas.
El Prado no es un museo enciclopédico al estilo del Museo del Louvre, el Hermitage, el Metropolitan, la National Gallery de Londres, o incluso (a una escala mucho más reducida) el vecino Museo Thyssen-Bornemisza, que tienen obras de prácticamente todas las escuelas y épocas. Por el contrario, es una colección intensa y distinguida, formada esencialmente por unos pocos reyes aficionados al arte, donde muchas obras fueron creadas por encargo. El fondo procedente de la Colección Real se ha ido complementando con aportaciones posteriores, que apenas han modificado su perfil inicial, puesto que, a diferencia de lo habitual en las pinacotecas nacionales de otros países, los esfuerzos, más que a completar las faltas, han ido dirigidos a reforzar el núcleo esencial. Es un museo que tiene mucha mas intensidad que cantidad de obras y se percibe a cada paso.