París es una fiesta a dicho Hemingway (y título de una de sus novelas) , y detrás de aquella afirmación parece imposible emprender una empresa que la describa en tan pocas líneas.
Sin embargo, la historia que yo quiero contar transcurre en otra época, lo suficientemente lejana de aquella para permitirme otra mirada. Pero lo suficientemente cerca de la actual como para sentir nostalgia de aquellos siete días.
No me gustan los paraguas, y no tengo ningún motivo lógico, ni argumento alguno para justificarlo. Y si además los paraguas son negros comienzo a sentir una especie de fobia, que se agudiza si por esas casualidades alguna de los rayos que lo conforman se encuentran vencidos o rotos en clara señal de haberse dado vuelta en medio de una tormenta.
Pero cuando preparé el equipaje me pareció que era imposible visitar París sin un paraguas.
A decir verdad, unos tres años antes, habíamos pasado por la ciudad en una especie de maratón de tres días y como era previsible nos agarró un aguacero en la cima de Montmartre mientras caminábamos entre sus callejuelas llenas de tiendas de souvenirs y aterieres. En aquella oportunidad a Wally se le ocurrió comprar un paraguas que llevaba tres enormes letras X en rojo. Aún recuerdo cuando lo vi y estallé riendo, es que a Wally no le gusta que lo moje el agua de lluvia. Contrariamente para mí siempre es una bendición. No exactamente siempre, en realidad siempre que no hace frío. Aquella noche la temperatura rondaría los diecisiete grados y yo tenía una campera tipo rompevientos, y la llovizna era tan finita que parecía resbalarse sobre mi cuerpo y caer en el antiguo empedrado.
Si gustan leer esas crónicas les dejo el vínculo AQUI . Nada se repetirá entre un viaje y el otro en cuanto a información y lugares. Ocurre que volvimos a visitar tantas cosas que nos quedaron en el tintero ya que tres días apenas alcanza para una visita a las principales atracciones. Y una semana tampoco alcanzó si lo miramos desde nuestra experiencia ya que no hay tiempo que alcance cuando se trata de visitar esta ciudad , tal vez , la mas bella del mundo.
Pero volviendo al momento en que decidí llevar un paraguas en nuestra segunda visita París, diré que no podía ser cualquier paraguas, busqué uno de un tamaño adecuado, no tan grande y de color amarillo. Amarillo liso. No fue fácil encontrarlo pero finalmente pude colocarlo dentro de la valija sin estrenar.
Se preguntarán por que la elección de tal color. En principio les diré que no tiene que ver con mi color preferido. Habitualmente no es un color que elija para vestirme. Sin embargo, después de nueve temporadas de la serie americana "How I Meet Your Mother" sentí que mi mejor homenaje a la misma sería llevando un paraguas amarillo de viaje.
Vista desde el Arco del Triunfo |
El sexto día amaneció caluroso aunque nublado por lo cual yo desenfundé mi paraguas amarillo para hacer una foto en el pequeño balcón francés donde cada noche celebrábamos una fiesta íntima que involucraba todos los sentidos. Ese día tomamos un tren con destino a Giverny para visitar los jardines y la casa del pintor impresionista Monet. A poco más de una hora de la ciudad cuando llegamos cayó un aguacero tímido pero que me permitió tomarme algunas fotografías en medio del inmenso vergel que inspirara otrora a la paleta del pintor.
En ese instante supe, que cada minuto vivido en París aquellos días me convertirían para siempre en la chica del paraguas amarillo.
De eso se tratarán estas páginas, las crónicas de nuestra semana en la ciudad. Y cada segundo será narrado por aquella chica que caminaba despreocupada por los barrios parisinos buscando escenas de películas o de libros memorables. La chica del paraguas amarillo, se las presentó y los dejó para que disfruten de sus recuerdos.
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