"...Me acordaba de aquel paisaje tranquilo, reposado y luminoso en que la rica vegetación de
Andalucía despliega sin aliño sus galas naturales. Como si hubiera ido en un bote corriente
arriba, vi desfilar otra vez, con ayuda de la memoria, por un lado la Cartuja, con sus
arboledas y sus altas y delgadas torres; por otro, el barrio de los Humeros, los antiguos
murallones de la ciudad, mitad árabe, mitad romanos; las huertas con sus vallados cubiertos
de zarzas y las norias que sombrean algunos árboles aislados y corpulentos, y, por último,
San Jerónimo... Al llegar aquí con la imaginación, se me representaron con más viveza que
nunca los recuerdos que aún conservaba de la famosa venta, y me figuré que asistía de
nuevo a aquellas fiestas populares y oía cantar a las muchachas, meciéndose en el
columpio, y veía los corrillos de la gente vagar por los prados, merendar unos, disputar los
otros, reír éstos, bailar aquellos, y todos agitarse, rebosando juventud, animación y alegría.
Allí estaba ella, rodeada de sus hijos, lejos ya del grupo de las mozuelas, que reían y
cantaban y allí estaba él tranquilo y satisfecho de su felicidad, mirando con ternura,
reunidas a su alrededor y felices, a todas las personas que más amaba en el mundo: su
mujer, sus hijos, su padre, que estaba entonces, como hacía diez años, sentado a la puerta
de su venta, liando impasible su cigarro de papel, sin más variación que tener blanca como
la nieve la cabeza, que antes era gris..." La Venta de los Gatos, Gustavo A. Becquer
Hotel Becquer |
Elegimos un hotel de cuatro estrellas llamado Becquer ubicado en el número 4 de la calle Calle Reyes Católicos, a un par de calles del Puente de Isabel II,
Cuando estábamos por aterrizar el comandante advirtió que era un hermoso día en la ciudad y la temperatura alcanzaba los 37 grados centígrados. Eran las tres de la tarde. Tomamos un bus desde el aeropuerto que nos dejó en Socibus ( Estación de autobuses de Plaza del Las Armas) unos cinco minutos a pie del hotel. Pero realmente fueron un poco mas dado que algunas callejuelas y diagonales nos jugaron una mala pasada. Había muy poca gente en la calle. El sol sobre la cabeza te calcinaba y un rato después entramos sofocados al hotel que nos recibió con un fantástico clima de aire acondicionado y una jarra de limonada en el lobby del hotel. Así descubrimos que habíamos elegido el mejor hotel para disfrutar de Sevilla. Ese de
talle se convirtió en una suma de detalles que hacen una estadía soñada. La habitación era confortable y daba a un jardín andaluz precioso. Nos instalamos, duchamos y salimos sobre el final de la tarde ( o al menos eso yo creía) a caminar por la ciudad sin destino muy cierto. Al día siguiente tomaríamos el city tour free que nos pasaba a buscar por el hotel temprano para caminar y descubrir sus principales atracciones.
Cuando atravesamos la puerta del hotel lo primero que notamos que ni el sol tenía la menor intención de esconderse ni la temperatura de bajar. Lamenté no haberme puesto mi sombrero pero por la sombra comenzamos a caminar con destino al centro histórico para ver la catedral o al menos su fachada y la famosa Giralda. Cada calle era mas bonita y pintoresca que la otra. Nos fuimos internando en sus entrañas dejándonos llevar por el calor abrazador del inicio del verano.
Entramos a un bar a tomar una caña y comer unas tapas. No era lo que buscábamos, era demasiado gourmet, pero nos acercamos a la cocina andaluza comiendo un gazpacho.
Seguimos caminando y ahí sí el atardecer comenzó a ocurrir, el sonido del trote de los caballos que paseaban en sus carros a turistas, la luna creciente que brillaba sobre el cielo y esa maravilla de casco histórico en el cual comenzaron a encenderse las luces y yo miré asombrada La Giralda por su belleza arquitectónica en medio de esos imponentes edificios medievales con aires moros y grandeza elocuente, En un rato nomas vimos una manifestación política de un frente de izquierda con una bandera que rezaba "Sevilla por la República" con banderas "lilas, rojas y amarillas" en la Plaza del Triunfo y una pareja de novios que avanzaban sobre los turistas en medio de la ciudad como si salieran de una escena de película.
Caminamos las calle Constitución por donde pasa una especie de trolebus moderno y nos sacamos mil fotos. A cada paso había algún artista callejero que hacía sonar su guitarra flamenca e incluso una bailaora desplegando su belleza. Aquella noche tardo en llegar pero lo hizo sencillamente perfecta. La luna, el cielo estrellado y el clima ideal para querer que se detenga el tiempo, que no avance ni retroceda, que la perfección escasea en la vida de los habitantes del planeta tierra.
Ya bien entrada la noche, nos perdimos en la Judería un barrio de callejuelas estrechas y particulares que se vuelven laberínticas. Descubrimos los Jardines de Murillo y caminamos un rato entre sus arboledas para luego llegar a la Bodega de Santa Cruz, adonde el tiempo parece no haberle alcanzado, donde se sirven las tapas y las cañas mas deliciosas de la ciudad y sus mozos son pura simpatía y alegría sevillana. Allí brindamos a las doce de la noche por el comienzo del nuevo año en la vida de Wally.
Calle Rodrigo Caro, 1A, 41004 Sevilla, España |
El único motivo para irnos ya entrada la madrugada era que recién habíamos pasado nuestro primer día en Sevilla y quedaban un poco mas de tres por delante. Felices como quien encuentra un tesoro escondido y empujados por la noche sin fin caminamos el largo trecho de regreso al hotel. Amanecer al día siguiente en Sevilla era muy auspicioso. Me dormí aquella noche recordando el sonido particular que se escucha cuando uno está acercándose a la catedral....era casi un canto arrullándome, no se bien como describirlo pero no pude jamás borrarlo de mi memoria. Los que visitaron Sevilla me comprenderán. Los que no pueden mirar nuestros videos en YouTube y escucharlo. A dormir que esta historia por supuesto ....continuará!
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